martes, 25 de noviembre de 2008

La importancia de las redes de consumo responsable y las herramientas con las que cuenta la sociedad civil.

Estamos en una época marcada por el cambio de paradigmas productivos y por tanto de consumo. Nuestra costumbre y pasividad al aceptar los productos que se nos ofrece sin ser críticos, sin valorar o poner en tela de juicio al producto mismo, con lo cual me refiero no solo a valorar aspectos de calidad y eficiencia, sino al proceso que está detrás del mismo que va desde el respeto al medio ambiente (durante y pos producción) así como el respeto y condiciones de producción del mismo, son actitudes que deben experimentar un cambio en pos de un beneficio global que mitigue los estragos del capitalismo.

Lastimosamente no se nos ha enseñado a pensar que el poder en el juego de la compra y venta lo tiene por mucho el consumidor, pues el sistema en el que vivimos se basa en las leyes de la oferta y la demanda, siendo en gran medida la primera la que depende de la segunda. La dinámica a la que se atienen o apuestan las grandes empresas es a crear necesidades en los consumidores, es decir, aumentar y diversificar la oferta de manera que el consumidor sienta la necesidad de llenar vacíos creados inconcientemente y de esta manera se acostumbre además a que siempre se puede mejorar nuestra vida adquiriendo las nuevas tendencias en productos que salen al mercado. Se va creando un círculo vicioso en el que el consumidor necesita adquirir nuevos artículos para satisfacer sus necesidades sin caer en cuenta que el mercado trabaja a toda máquina para aumentar la oferta creando de paso nuevas necesidades. Es importante entonces que el consumidor sea consciente del poder de su decisión en cuestiones de mercado. El mercado debe responder a la demanda de los consumidores para poder crear excedentes, de lo contrario caerían en una crisis de sobreproducción. Las decisiones de los consumidores determinan la dinámica del mercado. Actualmente con la poderosa arma de la publicidad, los productores han encontrado la ventaja de poder predisponer al consumidor y coartar las decisiones del mismo en cuanto a su elección, sin embargo es ahí cuando sale a flote la importancia de la criticidad personal para saber discernir entre lo que necesito y lo que me hicieron creer que necesitaba.

Un consumidor educado y sobre todo que sea consciente y tenga control de sí mismo es un consumidor que no se deja embaucar por las presiones del mercado y en cambio pone las reglas a su favor, compra lo que necesita y además es crítico a la hora de comparar entre un mismo producto e incluso productos de la misma marca situados en diferentes locales. La ética del consumidor es una responsabilidad inherente a esta condición e implica un buen consumidor que no solo sea aquel que compra en gran volumen si no que sabe qué, cómo y porqué adquirir un determinado bien.

La cadena productiva en la que nos vemos inmersos, mantiene un juego en el que se involucra y enlaza a los elementos que la constituyen, por tanto las acciones que se lleven a cabo por parte de uno de los elementos van a repercutir en otro. La ética del consumidor le demanda responsabilidades tanto consigo mismo, como con el ambiente y con su comunidad. Así en primer lugar, el consumidor debe ser consciente de los precios de los productos, debe aprender a cuidar su presupuesto, por sí mismo y por su familia, ya que esto le permitirá tener un orden en sus finanzas y llevar una economía familiar adecuada. Con el ambiente la responsabilidad del consumidor recae en el hecho de que todos formamos parte de una aldea global y por tanto las acciones que cada uno de nosotros tomemos va a tener algún impacto. En tiempos de crisis debemos ser conscientes de la recesión económica y de abastecimiento de los recursos básicos y a partir de ello, promover una cultura de ahorro de agua, electricidad, combustible, etc. Debemos reducir la contaminación y todo esto se puede lograr rechazando todo producto que vaya en contra de esta lucha. De igual manera el elegir o tomar como opción a las empresas que se esfuerzan por minimizar el impacto ambiental de su producción es un incentivo y una llamada de atención para las que no lo hacen, promoviendo así una cultura pro ambiente, lo cual es a la larga un beneficio para nosotros mismos pues como dice el comercial de APREFLOFAS: todos somos parte de una isla, que no podemos abandonar. Es entonces parte de la responsabilidad y ética del consumidor el ser parte de la generación que abogue por la mitigación del cambio climático desde la conciencia de sus acciones.

Con el productor y su comunidad el consumidor tiene la responsabilidad de promover y premiar con su elección al productor local. Muchas veces creemos que un bonito empaque implica mejor calidad, sin embargo esta clase de discernimientos promueve solamente el consumo de la estética. Apoyar a los productores locales es realmente importante para dinamizar la economía, ya que esta no se reactiva solamente con inversión extranjera que utiliza la mano de obra y recursos locales y se lleva los beneficios, poniendo muchas veces ellos mismos las reglas del juego. Una de las opciones más accesibles, las ferias del agricultor, son espacios en los que no solamente se apoya al productor directamente sino que el consumidor se asegura de la frescura y calidad de los alimentos en el mismo lugar. Es importante mantener un consumo responsable, saludable y justo, es decir, que apoye a los productores directamente, de preferencia sin intermediarios (me permito tomar un ejemplo de la URL de consumo responsable de Sevilla[1] donde se cita que “en Madrid cuando se compra un calabacín en un supermercado, al agricultor le llegan 11 céntimos por cada euro que se paga”, realmente es una situación para reflexionar) y así asegurarnos que nuestra opción está moviendo la economía nacional y no la de una transnacional.

A raíz del surgimiento de estas nuevas formas de pensamiento que apuestan por la criticidad ante la lluvia de ofertas del mercado en una época donde los fundamentos teóricos del capitalismo y el neoliberalismo se han agotado, es importante plantearse nuevos horizontes en la búsqueda de una economía propia de la aldea global que se pretende crear en el siglo de la globalización, porque aldea global no es un mundo sin fronteras, donde los grandes monstruos tienen paso libre para explotar los abundantes recursos guardados dentro de las fronteras de los llamados países en desarrollo, una aldea global por el contrario plantea una interacción cooperativa entre países como núcleos familiares en donde, bajo un marco de respeto y solidaridad se intercambien recursos que permitan la dinamización de las economías. Bajo esta luz es que surge el concepto de economía solidaria[2], un concepto que se debe tomar en cuenta, que nos hace replantarnos la viabilidad del agotado modelo de economía capitalista con todos los costos sociales y ambientales que ha acarreado. Es una nueva forma de desarrollo basada en lo local en apoyar al pequeño empresario, en respetar y promover la producción artesanal, la cooperación, la autogestión y asociación entre productores con el fin de crear una red activa de consumo y producción.

Esta nueva forma de economía también implica una nueva forma de consumo responsable en la que precisamente nosotros los consumidores somos los que tenemos el poder para implementarla. Realmente el poder del consumidor se ha subestimado, aun más se ha enmascarado a tal punto de hacernos creer que no tenemos otra opción más que adaptarnos al ritmo de la economía liberal liderada por Wal-Mart y compañía. El consumidor tiene el poder de decisión, es quien manda en el juego de la compra y venta, es quien decide qué empresas pueden permanecer en el mercado; de esta manera bajo el concepto de economía solidaria podemos volver a traer a escena la producción pequeña que apuesta a la calidad, salud y respeto por el medio ambiente, y no por la producción en masa la cual por lo general no cumple con los requisitos anteriores.

Por último es responsabilidad del consumidor que conoce sus derechos y además sus deberes, difundir y comunicar sus conocimientos, estamos en una época en la que todos los medios están dispuestos para promover la retroalimentación. En el siglo de las comunicaciones es importante dar a conocer nuestras opiniones y tener una participación activa en la sociedad que nos permita tener algún impacto positivo. El poder del consumidor no tiene efecto alguno si no se potencia, es decir, si no se hace un esfuerzo comunal por alcanzar un fin común, promover el respeto y la solidaridad de economía por la sociedad.



[1] http://www.consumoresponable.com/

[2] Más sobre economía solidaria en: http://www.economiasolidaria.net/